domingo, 25 de marzo de 2012

Amateur

Recuerdo que la primera vez que hice dedo en mi vida fue en el verano del 97 o del 98, o sea, tenía entre 8 y 9 años. Eran las primeras vacaciones que teníamos mi mamá, mi hermano y yo solos. Mis papás se acababan de separar y mi mamá decidió llevarnos a hacer lo que nunca habíamos hecho antes y que ella siempre había querido hacer: acampar.


Esa vez estábamos en el Parque Nacional Conguillío, al sur de Chile, y con mi hermano asistíamos todos los días a las actividades y juegos que le hacían a los niños por ahí. Una de esas veces nos encontrábamos muy lejos del campamento e íbamos un grupo como de 10 niños caminando cerro abajo. En eso, pasa una camioneta roja y la verdad es que no recuerdo si la persona paro sola o alguien de nuestro grupo la detuvo, pero ahí nos fuimos.


Escalamos en estampida la parte de atrás y nos fuimos amontonando unos sobre otros como podíamos, mientras invadíamos el ambiente con risas cómplices que parecían hacer eco entre las araucarias. El auto comenzó a andar y el viento frío chocaba contra nuestras caras… la sensación de adultez era nueva y desconocida, pese a que fuera un parque cerrado y lleno de guardias yo me sentía grande. Y más aún, me sentía libre, como si fuera capaz de hacer todo lo que quisiera en la vida.


Quizás por esa sensación nunca deje de hacer dedo, por el amor a esa pequeña sensación de libertad.